Watson, padre del conductismo, manifestó su acuerdo con la teoría de Jhon
Locke en el siglo XVII sobre la tabula rasa, teoría de la personalidad según
la cual un recién nacido viene en blanco y es el ambiente el que determinará
la personalidad debido a la moldeabilidad de este, no solo en la infancia
sino también en la etapa adulta . De otra manera, Skinner,
quien realizó experimentos sobre el aprendizaje animal y humano, concluyó que lo que una persona aprende a hacer es semejante a como aprende
otras cosas; por tal razón, lo que implica motivación inconsciente, aspectos
morales y rasgos emocionales no existe.
El enfoque conductual de la personalidad hace énfasis en la especificidad situacional restándole importancia a las manifestaciones internas.
Finalmente, la visión de Skinner concibe la conducta como un producto elicitado por el ambiente, donde se presentan estímulos que pueden actuar como reforzadores que incrementan la incidencia conductual. Por lo tanto, el concepto estructural de la personalidad, planteado por Hull (1943) en el modelo E-R, sostiene que los estímulos llegan a conectarse a las respuestas para formar lazos E-R; a partir de esta asociación entre estímulo y respuesta se establecen los denominados hábitos; la estructura de la personalidad está en buena parte conformada por hábitos o lazos E-R. Otro concepto estructural que utilizó Hull fue el impulso definido como un estimulo capaz de activar la conducta; por lo tanto, son los impulsos los que hacen responder a un individuo.

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